En la escritura académica existen distintos géneros discursivos y, en cada uno de ellos, las marcas de subjetividad son más o menos aceptadas de acuerdo a las características particulares de cada uno.
Un ensayo, por ejemplo, siempre contempla la expresión de una postura personal; mientras que, en un artículo científico, la postura personal debe atenuarse. Sea cual sea el caso, cuando el autor expone sus razonamientos y conclusiones, la forma más “natural” de hacerlo es mediante el empleo de la primera persona gramatical; sin embargo, esta es, también la marca más evidente de subjetividad. Nos enfrentamos a un tema con muchas aristas, así que no pretendo más que recomendar un criterio aplicable para formas discursivas de uso común.
Desde el momento en que firmamos un texto como autores, el lector asume que las ideas presentadas son del firmante, por lo que no es necesario hacer aclaraciones sobre la propiedad intelectual del texto enunciado. Sin embargo, algunas veces esa referencia al autor resuelve muy bien la necesidad de comunicar nuestra idea, y algunas otras, la incluimos en el texto como un recurso que sale sobrando. Dentro de las innumerables alternativas que el lenguaje nos ofrece, hay un par de usos de la primera persona gramatical que, por ser comunes, conviene comentar.
Escribir nuestras ideas y nuestro nombre en el mismo documento, equivale a firmar un contrato, pues nos compromete públicamente, y nuestras palabras aumentan su peso específico. Con frecuencia nos inquieta la necesidad de advertir al lector que no somos expertos o de “no hacer mucho caso a mi opinión”. En estos casos, utilizamos la primera persona gramatical para suavizar la responsabilidad de la escritura, minimizando la importancia del hecho de compartir el fruto de nuestras reflexiones. Aparecen entonces afirmaciones de falsa modestia como “en mi humilde opinión”, con las que hacemos referencia al autor o a una de sus afirmaciones.
Conviene analizar la intención con la que utilizamos estas formas de presentar nuestra postura. Si nuestro motivo fue “disminuir la fuerza de la afirmación” o “evitar tratar una idea directamente”, hemos equivocado el propósito. Un criterio para decidir el valor de estas construcciones es evaluar la aportación a nuestro texto. Si pueden suprimirse sin sacrificar contenido o sentido, no es necesario conservarlas.
ESCRIBIMOS…
- En mi opinión, los autores hicieron un excelente análisis de cada aspecto de la problemática.
- La evaluación personal sobre el contenido global de texto analizado considera que el artículo cuenta con elementos…
- Creo que hace falta completar un análisis de los factores que fueron obviados en el estudio.
DEBERÍAMOS ESCRIBIR…
- Los autores hicieron un excelente análisis de cada aspecto de la problemática.
- El artículo cuenta con elementos…
- Hace falta analizar los factores obviados en el estudio.
En ocasiones, la escritura de un ejemplo, una anécdota o una idea propia nos conduce a utilizar la primera persona. Puede haber lectores que estén de acuerdo con nosotros o que no lo estén, y lectores que dominen el tema en diferente grado que nosotros, así que compartir nuestro pensamiento con otros implica un acto de generosidad, de apertura y de valor. En este acto, nuestro “yo” está implícito… si lo vamos a hacer explícito, que sea de manera consciente, dándole el valor que realmente tiene.
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