"Es difícil que te llegue la inspiración. Tienes que tomarla cuando la encuentres".
Esta es una frase que se atribuye al músico Bob Dylan, quien en 2016 sorprendió a muchos al ganar el premio Nobel de Literatura por "haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense" (BBC, 2016).
La frase de Dylan cobra particular sentido al conocer historias como la de J. K. Rowling, autora de la serie literaria Harry Potter, quien, hasta que decidió “tomar la inspiración”, obtuvo un gran éxito en su vida. La escritora ha declarado que fue en 1990, durante un viaje en tren, cuando concibió la idea para escribir el primer libro de su famosa serie. Lo empezó en ese año pero lo terminó en 1995 y fue publicado hasta 1997. En ese lapso experimentó situaciones verdaderamente difíciles hasta que un día tomó la decisión de terminarlo, buscó espacios que le permitieran aprovechar esa inspiración a la que Dylan alude y el resto es historia.
Ahora bien, quienes nacimos sin gracia especial para la literatura… ¿también deberíamos aprovechar los momentos de inspiración para escribir? Pienso que sí. Para algunas personas escribir es una terapia sanadora, reconfortante. Entre tantas: chocoterapia, ludoterapia, frutoterapia, etc., ¿por qué no probar una más?
Se puede empezar con algo simple, por ejemplo un anecdotario. ¿Alguna vez ha dibujado en su rostro una sonrisa al recordar un momento divertido o emotivo? ¡Rescátelos! Brinde a sus seres queridos la posibilidad de conocerlos y disfrutarlos.
Estimado lector, ojalá se anime y pronto empiece a escribir. Solo se trata de aprovechar los momentos de inspiración para salvar nuestras historias antes de que el Alzhéimer haga de las suyas y nos lo impida. Aquí le comparto una anécdota de mi temprana infancia:
Mi querido tío Pancho, era el único hermano de mi papá y también diez años mayor que él, no obstante la diferencia de edad, ambos se tenían gran estima. Era común que el tío nos visitara por las tardes. Él y mi papá solían sentarse en unas poltronas mecedoras en el porche de la casa. Ahí pasaban largo rato conversando. Algunas noches, la luz se iba en el pueblo y todos los chiquillos que ya tarde andábamos jugando en las anchas y terregosas calles corríamos a nuestras casas. Obviamente el refugio más seguro y cercano que tenía era mi papá, además, el movimiento de su silla me relajaba. En esas ocasiones, por alguna misteriosa razón, cuando mi mamá y hermanos ya se habían unido a la plática, con mucha seriedad mi tío empezaba a contar una historia que nunca lo parecía pero siempre resultaba ser de terror. Tenía una habilidad increíble para crear un gran suspenso y mantenernos atentos hasta conseguir, en el momento menos esperado, que soltáramos un grito al que luego le seguían unas carcajadas. Cuando la historia terminaba solo decía: “Bueno, gusto de que me hayan visto. Me retiro porque su tía Fermina me está esperando”.
Referencia
Redacción. (2016, octubre 13). Las razones por las que la Academia Sueca le concedió el premio Nobel de Literatura 2016 al músico Bob Dylan. BBC Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-37644277