México clasifica al sector editorial como una industria cultural que da soporte a la educación y, por ende, al crecimiento económico, político y social. Bajo este paradigma, las editoriales velan por la documentación, conservación y difusión del trabajo intelectual al fomentar el pensamiento crítico.
A pesar de que estas instancias son aparadores intelectuales y científicos, este universo de creación de contenido tiene desafíos en materia de defensa de los derechos de autor, sobre todo, ante su incursión en el entorno digital donde las tecnologías de información revolucionaron el mercado de intercambio, dificultando así al lector la identificación del autor de una obra.
Considerando esto, los modelos de distribución y de legislación sobre derechos han tenido que evolucionar para enfrentarse a un gran adversario: el desconocimiento del lector sobre este tema que, a su vez, tiende a cometer faltas a la integridad, sobre todo relacionadas a la reproducción no autorizada de contenido. ¿Cómo afecta esta situación a una industria consolidada? Obstaculiza a estos administradores de contenido la obtención de métricas sobre las necesidades de los usuarios (antes llamados lectores) así como incide, directamente, en el modelo de producción y compra-venta, al dificultar el financiamiento de la cadena de producción editorial que involucra la remuneración de: autor, coordinador editorial, corrector de estilo, diseñador, programador, distribuidor, agente de ventas, coordinador jurídico y apoyo fiscal, entre otros. Por ello, los modelos de distribución cambian, se alejan de las ventas y encuentran soluciones en esquemas freemium o mediante financiamiento externo; en el mismo sentido, el modelo de regulación legal muda, por ejemplo, al otorgamiento de licencias digitales de Creative Commons, para facilitar el tránsito de archivos y el entendimiento de quién ostenta los derechos de su creación.
Si bien la aparición de Internet ha impulsado aspectos de la industria como la distribución intercontinental; también ha colocado al usuario en una dicotomía entre el acceso “fácil” a la información o el seguimiento de una ruta crítica de acceso legal al contenido. El mar de información al que se enfrenta una persona puede dificultarle la localización de fuentes; por esto, el rol del editor es ser curador y expositor de contenido para así apoyar uno de los objetivos globales de la UNESCO: “instaurar sociedades del conocimiento integradoras aprovechando las tecnologías de la información y la comunicación para mantener, incrementar y difundir el conocimiento en las esferas de la educación, las ciencias, la cultura y la comunicación e información” (2005).
Por todo lo anterior la preocupación y la ocupación de la industria editorial es impulsar medidas formativas que conduzcan a la comunidad a convertirse en la sociedad propuesta por la UNESCO, una colectividad informada, capaz de discernir sobre la localización de una fuente confiable y la recuperación del material en una vía legal, que logre un equilibrio entre el facilitar el acceso a la información y la posibilidad de seguir remunerando a autores e inversores de proyectos. La educación será la mejor arma para acercarnos a esa sociedad del conocimiento que tanto anhelamos.
Referencias
EULAC. (2017). De libros, conocimiento y otras adicciones. La edición universitaria en América Latina. México: Universidad de Guadalajara.
Giménez Toledo, E. & Córdoba Restrepo, JF (eds.). (2018). Edición Académica y difusión. Editorial Universidad del Rosario-Editorial Comares: Colombia.
OMPI. (s.f). Cómo ganarse la vida en la industria editorial. Recuperado de https://www.wipo.int/copyright/es/creative_industries/publishing.html
Torres, M. (2001). El libro y los derechos de autor en la Sociedad de la Información. Organización de estados Iberoamericanos par ala educación la ciencia y la cultura. Recuperado de https://www.oei.es/historico/salactsi/mtorres.htm
UNESCO. (2005). Hacia las sociedades del conocimiento. Recuperado de https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000141908