¿Alguna vez pensaste, mientras escribías, que frente a la pantalla o la página se extiende una mirada sobre tu manuscrito? Considerar que alguien lee nuestros textos debe ser el punto de partida al planear la redacción de cualquier documento, ya que esto determina aspectos como el vocabulario, la extensión y el grado de detalle, entre otros.
Expertos, como Daniel Cassany (2005), nos invitan a reflexionar sobre nuestro receptor, mediante la formulación de algunas preguntas sobre el motivo de la lectura, la utilidad de lo leído, el destino de las ideas generadas, la información previa del lector, la terminología que domina; la posibilidad de leer en otros idiomas: incluso preguntas muy precisas sobre el lector: ¿lee mapas, gráficos, esquemas, cuadros, tablas?, ¿cuánto tiempo tiene para leer?, ¿qué edad tiene?, entre otros. Esto nos conduce a pensar en el acto de leer como una experiencia que depende de ciertas circunstancias. No es lo mismo leer en una sala de espera que en la estación del autobús; leer para una investigación o leer la saga de moda; leer mapas conceptuales o documentos cartográficos; leer durante un viaje en auto o durante unas vacaciones de dos semanas; leer Los tres cochinitos o Cien años de soledad. Cada uno de estos textos se proyecta para un lector específico, de ahí que cumplan con su propósito comunicativo.
Por lo anterior, cuando hablamos de escritura académica debemos estar conscientes de que cada género discursivo no solo tiene una estructura determinada, sino también un lector específico. Por eso se espera que los destinatarios de un artículo científico sean expertos en el tema y manejen la jerga correspondiente a la disciplina; o que los destinatarios de un artículo de divulgación desconozcan la terminología especializada, pero sí que tengan el deseo de sumergirse en su conocimiento y entretenerse al mismo tiempo; o que los estudiantes adquieran, mediante la lectura, el conocimiento en cada etapa de su preparación académica, por mencionar un ejemplo de variedad de tipos de receptores a los que puede ir dirigido un texto.
En definitiva, si la escritura constituye un acto social, entonces esta no puede ser pensada sin esa mirada inquieta que se activa al leer nuestros pensamientos escritos en una hoja de papel, o una pantalla, o una pared… ¿Estás ahí?, porque estoy pensando en ti.
Referencia
Cassany, D. (2005). Expresión escrita en L2/LE. España: Arco-Libros.