La historia del libro es apasionante. Desde aquel remoto instante en que el ser humano comenzó a plasmar sus ideas para que no desaparecieran apenas fueran enunciadas, hasta hoy, cuando contamos con lectores electrónicos que nos permiten albergar cientos de volúmenes y aprovecharlos con sorprendente sencillez, el camino de nuestra más noble creación constituye una epopeya universal que, aun con tamaño recorrido a cuestas, está muy lejos de terminar.
En la entrada de hoy, deseo centrar la atención en los protagonistas de ese estado presente que parece el culmen de una prolongada y exitosa vida, pero al mismo tiempo —no puede ser de otra manera— está en vías de desarrollo.
Los libros electrónicos, por lo menos en el contexto mexicano, son una realidad que comienza a convencer a más lectores, entre los que se cuentan académicos y no pocos estudiantes. Anteriormente, sin embargo, existía un rechazo contundente, atribuible, sin duda, al carácter mismo del lector asiduo, entiéndase el enamorado de las letras y de la literatura. Semejante condición de ordinario venía acompañada de un exacerbado idealismo romántico que miraba con recelo esas transformaciones, muchas veces atolondradas e insensibles, tan características de los tiempos que corren. Afortunadamente, tras el último cuatrienio, la transmutación del perdurable libro ya no se antoja una profanación imperdonable y, por el contrario, se admite como un necesario paso en su vigoroso y estable desarrollo.
Aunque es claro que el libro tradicional es insustituible, no solo porque se basa en un mecanismo asombrosamente eficaz y sencillo, sino porque lleva más tiempo entre nosotros —es nuestro amigo y le queremos bien—, hoy día se reconoce que el e-book tiene tantas bondades que tenderle la mano en señal de franca amistad no hace daño. Baste considerar lo siguiente: el libro electrónico es barato, fácil de conseguir y de transportar; sus características multiplataforma permiten que esté disponible prácticamente en todos lados, ya sea la escuela, el hogar, la oficina, el hotel, el club; permite que se hagan anotaciones extensas, subrayados diferentes y que se marquen aquellos pasajes que resulten más útiles; es versátil al momento de trabajar, ya que la búsqueda de palabras clave, citas u otros contenidos es computarizada; su disponibilidad en la red permite que la divulgación del trabajo académico y de la literatura sea menos onerosa…
La lista no es exhaustiva y ciertamente pretende enfatizar el pragmatismo de desarrollar nuestras actividades profesionales o académicas valiéndonos de esta tecnología. En la universidad, albergue y cunero del saber, ya se alienta con entusiasmo el aprecio por el e-book, no como sustituto del viejo y confiable libro impreso, sino como una de las formas que este último es capaz de adoptar para que le saquemos mayor provecho. Nada malo hay en tener más de un buen amigo, especialmente cuando es noble y generoso, por lo que en buena hora hemos decidido invitar al libro electrónico a sentarse con nosotros más seguido para que juntos construyamos lo que viene.
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